VICIO FARAONICO
El otro día recordé un juego que me tenía enganchado durante mi primera época de uso del Spectrum. Se trata de un juego sencillo, sin grandes argumentos ni despliegues técnicos, desarrollado por la modesta compañía Fantasy Software. Su ópera prima, The Pyramid, nos dejó un inmejorable sabor de boca.
En The Pyramid, nuestra misión principal es matar, matar y, si podemos, escapar. Nos encontramos en el punto más alto de la pirámide y, para completar la misión, tendremos que llegar a la base. El sistema para poder salir de cada habitación es bastante curioso y original. En la parte inferior de la pantalla siempre vemos dos trampillas. A la izquierda, vemos un marcador A con un número que irá decreciendo a medida que vayamos matando enemigos. Al llegar a cero, caerá aleatoriamente desde cualquier parte de la pantalla un diamante, que deberemos recoger porque será la llave que utilizaremos para abrir la trampilla al siguiente nivel.
La mecánica del juego es sencilla, pero no es fácil de ejecutar. El diamante, objeto de anhelo, puede ser nuestra mayor pesadilla. Mientras cae, pasará por tres fases de color, cada una con características distintas. Primero será blanco, totalmente indestructible para los enemigos e intocable para nosotros. La segunda fase será amarilla, en ese corto espacio de tiempo tendremos que protegerlo para que no nos lo destruyan, ya que es vulnerable, pero todavía no podremos cogerlo sin romperlo y perder puntos de vida. En la última fase, el diamante se volverá azul, y ahí es cuando debemos ir a por él.
Coger el diamante en la parte más baja de la pantalla es complicado sin que nos impacte algún marciano. Tanto si los enemigos lo tocan cuando está azul como si nos tocan a nosotros cuando lo llevamos, se destruirá y tendremos que empezar de nuevo. Por fin, tenemos un diamante, nos volvemos azules y ahora la cosa no pinta nada sencilla. Debemos dejarlo caer encima de la puerta que hayamos decidido abrir, y a poder ser lo más cerca de ella posible, porque el diamante sigue azul y es fácil de destruir. ¿Y creíamos que lo más difícil era coger el diamante? Dejarlo suavemente encima de la puerta sin percances también tiene su mérito.
Al principio, con un diamante, abriremos una puerta, pero según vayamos bajando, necesitaremos más y más, por lo que es fundamental que nos centremos solo en una puerta para no hacer que la pantalla se nos haga interminable.
En cada sala, tendremos 100 puntos de vida y un cuenta atrás de 9999 que serán la bonificación a recibir al acabar la pantalla. Tanto los puntos de vida como los bonus se restablecerán al momento de entrar al siguiente nivel. De las 120 salas que consta el juego, necesitaremos pasar solo 15 para poder acabarlo, pero no será nada sencillo, los últimos niveles son endiablados.
El patrón de los enemigos en cada sala puede resultar repetitivo, pero a medida que avanzamos en el juego, vamos cogiendo el truco al tema. Aun así, hay pantallas que se hacen muy difíciles, especialmente aquellas en las que los marcianos se mueven en diagonal o rebotando por la sala.
Afortunadamente, contamos con el auto-disparo, lo que nos facilita mucho la tarea de matar a miles y miles de bichos. No obstante, debemos tener en cuenta que no levantar el dedo para disparar nos penalizará, y el alcance de disparo se quedará corto. Por lo tanto, tendremos que levantar el dedo para recuperar todo su esplendor.
En resumen, se trata de un juego que ha envejecido muy bien y que sigue siendo muy adictivo y desafiante. Nos reta a llegar a la salida de la pirámide, aunque si lo logramos, no esperemos encontrar muchas sorpresas en el final.
Después del éxito de este título, Fantasy Software decidió convertirlo en una trilogía, lanzando posteriormente Doomsday Castle y, por último, Backpackers Guide to the Universe. Sin embargo, ninguno de estos dos títulos superó ni siquiera igualó a esta pequeña maravilla de 8 bits.
El otro día recordé un juego que me tenía enganchado durante mi primera época de uso del Spectrum. Se trata de un juego sencillo, sin grandes argumentos ni despliegues técnicos, desarrollado por la modesta compañía Fantasy Software. Su ópera prima, The Pyramid, nos dejó un inmejorable sabor de boca.
En The Pyramid, nuestra misión principal es matar, matar y, si podemos, escapar. Nos encontramos en el punto más alto de la pirámide y, para completar la misión, tendremos que llegar a la base. El sistema para poder salir de cada habitación es bastante curioso y original. En la parte inferior de la pantalla siempre vemos dos trampillas. A la izquierda, vemos un marcador A con un número que irá decreciendo a medida que vayamos matando enemigos. Al llegar a cero, caerá aleatoriamente desde cualquier parte de la pantalla un diamante, que deberemos recoger porque será la llave que utilizaremos para abrir la trampilla al siguiente nivel.
La mecánica del juego es sencilla, pero no es fácil de ejecutar. El diamante, objeto de anhelo, puede ser nuestra mayor pesadilla. Mientras cae, pasará por tres fases de color, cada una con características distintas. Primero será blanco, totalmente indestructible para los enemigos e intocable para nosotros. La segunda fase será amarilla, en ese corto espacio de tiempo tendremos que protegerlo para que no nos lo destruyan, ya que es vulnerable, pero todavía no podremos cogerlo sin romperlo y perder puntos de vida. En la última fase, el diamante se volverá azul, y ahí es cuando debemos ir a por él.
Coger el diamante en la parte más baja de la pantalla es complicado sin que nos impacte algún marciano. Tanto si los enemigos lo tocan cuando está azul como si nos tocan a nosotros cuando lo llevamos, se destruirá y tendremos que empezar de nuevo. Por fin, tenemos un diamante, nos volvemos azules y ahora la cosa no pinta nada sencilla. Debemos dejarlo caer encima de la puerta que hayamos decidido abrir, y a poder ser lo más cerca de ella posible, porque el diamante sigue azul y es fácil de destruir. ¿Y creíamos que lo más difícil era coger el diamante? Dejarlo suavemente encima de la puerta sin percances también tiene su mérito.
Al principio, con un diamante, abriremos una puerta, pero según vayamos bajando, necesitaremos más y más, por lo que es fundamental que nos centremos solo en una puerta para no hacer que la pantalla se nos haga interminable.
En cada sala, tendremos 100 puntos de vida y un cuenta atrás de 9999 que serán la bonificación a recibir al acabar la pantalla. Tanto los puntos de vida como los bonus se restablecerán al momento de entrar al siguiente nivel. De las 120 salas que consta el juego, necesitaremos pasar solo 15 para poder acabarlo, pero no será nada sencillo, los últimos niveles son endiablados.
El patrón de los enemigos en cada sala puede resultar repetitivo, pero a medida que avanzamos en el juego, vamos cogiendo el truco al tema. Aun así, hay pantallas que se hacen muy difíciles, especialmente aquellas en las que los marcianos se mueven en diagonal o rebotando por la sala.
Afortunadamente, contamos con el auto-disparo, lo que nos facilita mucho la tarea de matar a miles y miles de bichos. No obstante, debemos tener en cuenta que no levantar el dedo para disparar nos penalizará, y el alcance de disparo se quedará corto. Por lo tanto, tendremos que levantar el dedo para recuperar todo su esplendor.
En resumen, se trata de un juego que ha envejecido muy bien y que sigue siendo muy adictivo y desafiante. Nos reta a llegar a la salida de la pirámide, aunque si lo logramos, no esperemos encontrar muchas sorpresas en el final.
Después del éxito de este título, Fantasy Software decidió convertirlo en una trilogía, lanzando posteriormente Doomsday Castle y, por último, Backpackers Guide to the Universe. Sin embargo, ninguno de estos dos títulos superó ni siquiera igualó a esta pequeña maravilla de 8 bits.