FRENÉTICA AVENTURA
Hablar de Firelord, creado por Stephen J. Crow, no resulta sencillo, ya que en los juegos de ordenador, al igual que en la vida, lo más fácil y lo que más nos gusta es criticar. Pero intentaré rememorar mi primera impresión.
La pantalla de presentación era muy llamativa, acompañada de una breve pero efectiva melodía que nos daba la bienvenida al menú. El sonido metálico al cambiar de opción o al configurar el teclado nos enganchaba. Prometía ser una experiencia emocionante.
La historia en la que se desarrolla esta aventura no es muy original: un pueblo llamado Torot está bajo el dominio de una malvada reina, y nosotros, Sir Galaheart, un valiente caballero, estamos decididos a enfrentarla y poner fin a la opresión. Para lograrlo, debemos obtener los cuatro hechizos de la eterna juventud y canjearlos por la piedra de fuego, el origen de todos los males que afligen a nuestro pueblo.
Lo primero que llama la atención es la increíble velocidad a la que se mueve todo en el juego. Ya habíamos visto algo similar en su otra creación, "Starquake", pero no con sprites de este tamaño. En apenas 10 segundos, podemos visualizar 10 pantallas llenas de enemigos, fuegos, árboles, objetos, casas y mucho más. Miramos incrédulos nuestro Spectrum y nos preguntamos: ¿cómo es posible?.
Por lo general, aquellos de nosotros que conocemos las limitaciones de nuestra querida máquina sabíamos que dos palabras rara vez iban de la mano: velocidad y calidad. Sin embargo, Firelord demostró fusionar ambas con elegancia. Ahora solo necesitábamos profundizar en el juego para descubrir si había más que lo que mostraban las primeras impresiones, y así comenzamos a desentrañar un verdadero juegazo.
Nuestra emoción se ve desafiada rápidamente. Nos damos cuenta de que esto no es Atic Atac, y disparar sin control tiene sus inconvenientes. Debemos apuntar con precisión para no agotar rápidamente la munición, ya que es bastante limitada. Afortunadamente, mientras tengamos el cristal encantado, podemos recargarlo fácilmente con los numerosos objetos que encontraremos en el camino. Sin embargo, debemos tener cuidado, ya que el cristal desaparece al entrar en contacto con un tipo específico de enemigo, y encontrar otro se convierte en una tarea ardua y, en la mayoría de los casos, en la pérdida de la partida. Tenemos por delante unas 400 pantallas entre bosques y pueblos, que debemos intentar memorizar para evitar dar vueltas innecesarias.
En los pueblos y casas del bosque, encontraremos personajes curiosos con los que interactuar. Podemos pedirles información, intercambiar objetos o teletransportarnos a diferentes puntos de Torot, todo ello a cambio de otros objetos que poseamos para transmutar o incluso intentar el robo si nos sentimos aventureros y un poco escasos de recursos. Esta práctica, que puede llegar a apasionarnos, intentaremos perfeccionar hasta convertirnos en auténticos maestros el sigilo. Sin embargo, debemos tener en cuenta que si nos descubren, pagaremos un alto precio por nuestra audacia, incluso podríamos perder tres valiosas vidas si no somos lo suficientemente hábiles en ese momento.
En resumen, Firelord es un juego que ha envejecido maravillosamente bien y que, al volver a jugarlo, puede engancharte como el primer día. ¿Te atreves a adentrarte en Torot?
Hablar de Firelord, creado por Stephen J. Crow, no resulta sencillo, ya que en los juegos de ordenador, al igual que en la vida, lo más fácil y lo que más nos gusta es criticar. Pero intentaré rememorar mi primera impresión.
La pantalla de presentación era muy llamativa, acompañada de una breve pero efectiva melodía que nos daba la bienvenida al menú. El sonido metálico al cambiar de opción o al configurar el teclado nos enganchaba. Prometía ser una experiencia emocionante.
La historia en la que se desarrolla esta aventura no es muy original: un pueblo llamado Torot está bajo el dominio de una malvada reina, y nosotros, Sir Galaheart, un valiente caballero, estamos decididos a enfrentarla y poner fin a la opresión. Para lograrlo, debemos obtener los cuatro hechizos de la eterna juventud y canjearlos por la piedra de fuego, el origen de todos los males que afligen a nuestro pueblo.
Lo primero que llama la atención es la increíble velocidad a la que se mueve todo en el juego. Ya habíamos visto algo similar en su otra creación, "Starquake", pero no con sprites de este tamaño. En apenas 10 segundos, podemos visualizar 10 pantallas llenas de enemigos, fuegos, árboles, objetos, casas y mucho más. Miramos incrédulos nuestro Spectrum y nos preguntamos: ¿cómo es posible?.
Por lo general, aquellos de nosotros que conocemos las limitaciones de nuestra querida máquina sabíamos que dos palabras rara vez iban de la mano: velocidad y calidad. Sin embargo, Firelord demostró fusionar ambas con elegancia. Ahora solo necesitábamos profundizar en el juego para descubrir si había más que lo que mostraban las primeras impresiones, y así comenzamos a desentrañar un verdadero juegazo.
Nuestra emoción se ve desafiada rápidamente. Nos damos cuenta de que esto no es Atic Atac, y disparar sin control tiene sus inconvenientes. Debemos apuntar con precisión para no agotar rápidamente la munición, ya que es bastante limitada. Afortunadamente, mientras tengamos el cristal encantado, podemos recargarlo fácilmente con los numerosos objetos que encontraremos en el camino. Sin embargo, debemos tener cuidado, ya que el cristal desaparece al entrar en contacto con un tipo específico de enemigo, y encontrar otro se convierte en una tarea ardua y, en la mayoría de los casos, en la pérdida de la partida. Tenemos por delante unas 400 pantallas entre bosques y pueblos, que debemos intentar memorizar para evitar dar vueltas innecesarias.
En los pueblos y casas del bosque, encontraremos personajes curiosos con los que interactuar. Podemos pedirles información, intercambiar objetos o teletransportarnos a diferentes puntos de Torot, todo ello a cambio de otros objetos que poseamos para transmutar o incluso intentar el robo si nos sentimos aventureros y un poco escasos de recursos. Esta práctica, que puede llegar a apasionarnos, intentaremos perfeccionar hasta convertirnos en auténticos maestros el sigilo. Sin embargo, debemos tener en cuenta que si nos descubren, pagaremos un alto precio por nuestra audacia, incluso podríamos perder tres valiosas vidas si no somos lo suficientemente hábiles en ese momento.
En resumen, Firelord es un juego que ha envejecido maravillosamente bien y que, al volver a jugarlo, puede engancharte como el primer día. ¿Te atreves a adentrarte en Torot?