OBRA DE CULTO
Con el talento innato que le caracterizaba, Steve Turner nos deleitó con este juegazo, una de sus últimas creaciones para
los 8 bits, allá por el 87.
En la primera partida, los usuarios de Spectrum que conocíamos la obra del señor Turner intuimos muchas similitudes con Quazatron, un juego programado un año antes, que a su vez era una versión del éxito de Commodore 64 "Paradroid" programado por Andrew Braybrook, amigo personal de Steve, en el que él participó poniendo la banda sonora.
Por esas fechas, Steve estaba muy enganchado al famoso Gauntlet y quiso mezclar esas dos ideas para acabar creando este Ranarama.
Con esos dos ingredientes, este gran chef de la programación nos cocinó uno de los juegos más brillantes creados para 8 bits, una de las mejores obras vistas en un Spectrum.
El guion no es el más original que hubiéramos querido. El bien y el mal se enfrentan en una misión en la que nos reencarnamos en la piel de un mago convertido en rana por culpa de un hechizo, y como misión principal tendremos que acabar con todo lo que se menea en cada una de las ocho mazmorras de las que consta el juego.
Lo primero que llama la atención es que, según vamos entrando en las distintas habitaciones, se iluminan, sabiendo así en cada momento las ya visitadas, lo que nos facilita mucho nuestra misión de exterminio.
En las distintas habitaciones, tendremos que dar con los jefes, la parte más importante del desarrollo del juego, ya que al morir,
ellos dejarán caer unas runas que tendremos que ir guardando. Con ellas, podremos acceder a mejores magias y hechizos, teniendo una gran variedad de ellos, y haciendo de esto nuestra mejor baza, necesitando "maximizar" a nuestra rana, llegando a provocarnos ansia y egoísmo por querer conseguir las más destructivas.
Lo que nos gusta muchísimo es la forma tan original que Steve Turner nos plantea a la hora de matar a estos jefes: un minijuego tipo puzzle que nos reta a ordenar la palabra RANARAMA, que se mezcla de forma aleatoria, pero casi siempre con muy mala leche, y con un tiempo cada vez más corto para resolverlo, divertido y frenético.
Sin duda, uno de los juegos más recomendables del panorama spectrunero, que ha aguantado muy bien el paso del tiempo, enganchando aún al más pintado.
También me gustaría recalcar que, aunque existen grandes remakes de este título que lo mejoran técnicamente infinitamente al original, a mi parecer, ninguno llega a transmitirnos esa magia que tiene este juego ejecutado en la máquina de Sinclair: ese peculiar movimiento, su estridente sonido y sus coloridos escenarios... pura nostalgia.
Con el talento innato que le caracterizaba, Steve Turner nos deleitó con este juegazo, una de sus últimas creaciones para
los 8 bits, allá por el 87.
En la primera partida, los usuarios de Spectrum que conocíamos la obra del señor Turner intuimos muchas similitudes con Quazatron, un juego programado un año antes, que a su vez era una versión del éxito de Commodore 64 "Paradroid" programado por Andrew Braybrook, amigo personal de Steve, en el que él participó poniendo la banda sonora.
Por esas fechas, Steve estaba muy enganchado al famoso Gauntlet y quiso mezclar esas dos ideas para acabar creando este Ranarama.
Con esos dos ingredientes, este gran chef de la programación nos cocinó uno de los juegos más brillantes creados para 8 bits, una de las mejores obras vistas en un Spectrum.
El guion no es el más original que hubiéramos querido. El bien y el mal se enfrentan en una misión en la que nos reencarnamos en la piel de un mago convertido en rana por culpa de un hechizo, y como misión principal tendremos que acabar con todo lo que se menea en cada una de las ocho mazmorras de las que consta el juego.
Lo primero que llama la atención es que, según vamos entrando en las distintas habitaciones, se iluminan, sabiendo así en cada momento las ya visitadas, lo que nos facilita mucho nuestra misión de exterminio.
En las distintas habitaciones, tendremos que dar con los jefes, la parte más importante del desarrollo del juego, ya que al morir,
ellos dejarán caer unas runas que tendremos que ir guardando. Con ellas, podremos acceder a mejores magias y hechizos, teniendo una gran variedad de ellos, y haciendo de esto nuestra mejor baza, necesitando "maximizar" a nuestra rana, llegando a provocarnos ansia y egoísmo por querer conseguir las más destructivas.
Lo que nos gusta muchísimo es la forma tan original que Steve Turner nos plantea a la hora de matar a estos jefes: un minijuego tipo puzzle que nos reta a ordenar la palabra RANARAMA, que se mezcla de forma aleatoria, pero casi siempre con muy mala leche, y con un tiempo cada vez más corto para resolverlo, divertido y frenético.
Sin duda, uno de los juegos más recomendables del panorama spectrunero, que ha aguantado muy bien el paso del tiempo, enganchando aún al más pintado.
También me gustaría recalcar que, aunque existen grandes remakes de este título que lo mejoran técnicamente infinitamente al original, a mi parecer, ninguno llega a transmitirnos esa magia que tiene este juego ejecutado en la máquina de Sinclair: ese peculiar movimiento, su estridente sonido y sus coloridos escenarios... pura nostalgia.